
Cuando me preguntan: -¿Qué estudias?-. Respondo: -una maestría en teología e investigo en vih y sida-. Las personas arrugan el entrecejo como desconcertadas, luego vuelven a preguntar: -¿eso no es un problema de la medicina?, ¿qué tiene que hacer ahí la teología?- Lo primero que se me venía a la cabeza, y también lo más sencillo para salir de tal trance, era: -busca la mejor manera de acompañar espiritualmente a personas en ese estado serológico-. Con esto parecían quedar satisfechas tales personas. Pero en mí se despertaba el problema. Es cierto que el título de la maestría sólo es en teología, pero nuestra investigación se centra en el asunto del vih y sida (Una de las patologías estigmatizadas). También es cierto, no soy médico, soy un estudiante de teología que puede ejercer como director espiritual, pero, ¿en el diálogo entre teología y vih y sida, sólo puede haber espacio para el acompañamiento espiritual?, ¿existen otras posibilidades para la teología en este campo concreto?
Con estas preguntas me adentré en un problema mayúsculo, en la epistemología teológica y en la teología como ciencia, o sea, en el problema de los métodos en teología. Tratar con la epistemología teológica es hacerlo con la teología fundamental o dogmática formal, y tratar la cuestión del método, o aquello que hace que la teología esté en la universidad, es incursionar en la praxis teológica.
¿Praxis? Sí, esto porque parece ser que la cuestión del método es un movimiento que se retroalimenta a partir del objeto formal de la teología y la realidad humana. Esto no quiere decir que solo se deba hablar de la existencia humana cuando se hace teología, hay teólogos que prefieren hablar de Dios en sí mismo (Theologia Gloriae), y hay quienes optamos por Dios en el drama humano (Theologia Crucis). Pero, como teólogos honestos, sabemos que antes de abrirle campo al discurso teológico, al acompañamiento espiritual, al diálogo con la medicina, en el caso del vih y sida o de otra patología estigmatizada, debemos preguntarnos por las condiciones de posibilidad de tal discurso, acompañamiento o diálogo.
Por otra parte, la teoría de la ciencia ha desprovisto al discurso teológico de su estatus de ciencia y la ha llevado al silencio, o al misticismo, o simplemente ha dicho de ella que usa lenguaje vacío y carente de significado. Este es el caso de la escuela positivista de Viena. Por otra parte, algunos filósofos han desprestigiado la teología como metafísica y metarelato. En fin, la tienen en la celda de la sospecha. Ante este momento paradigmático del pensamiento humano, ¿qué caminos se le cierran y qué otros se abren para la teología? Y esta pregunta toma más fuerza con el asunto del vih y sida: ante un fenómeno tan crucial en la historia de la medicina, ¿qué puede decir la teología al respecto, y más aún cuando ella misma ha sido desacreditada? Pues bien, este es nuestro punto de interés que equivale a preguntar: ¿Cómo proponer-programar una teología a partir de sus condiciones de posibilidad?
FORMULACIÓN EPISTEMOLÓGICA 1: LA VERDAD
Una posible definición de teología dogmática puede ser: aquella que busca integrar los resultados obtenidos en la investigación en las diversas disciplinas teológicas. Según esta manera de ver, la dogmática se encargaría de sintetizar el saber teológico en un tratado coherente. Pero hay otra mera de definirla: aquella que se ocupa de las verdades de la fe. Está visión mezcla el concepto de dogma con el de verdad absoluta. Otro aporte a la definición podría ser: aquella teología que integra las disciplinas teológicas a partir de unos supuestos epistemológicos. Nótese la diferencia entre las tres visiones.
El primer enfoque se sustenta en el modelo sintético-sistemático al modo de las sumas y tratados escolásticos, y discute la verdad o falsedad de las proposiciones; el segundo, se organiza en torno al modelo de estructura-material; se enaltece el principio de la adecuación del objeto al pensamiento. La analogia entis (movimiento desde los entes hacia el ser) permite establecer verdades absolutas (principios metafísicos); en cuanto al último aporte, el modelo que subyace es cibernético. Se trata programar la teología; los supuestos epistemológicos sirven de leyes o justificaciones dentro de un sistema. El asunto de la verdad es, por mucho, verdad metafórica en el sentido de que han sido puestas de manera convencional y que mantiene el principio de la arbitrariedad del lenguaje (entre signo y significando).
Este último modelo se parece mucho al que usó santo Tomás de Aquino y al primer modelo (sintético-sistemático). En los siguientes sentidos: a) parte de unos principios (aquí llamados supuestos); en el caso de Tomás, eran metafísicos, en nuestro caso, los epistemológicos de la Nueva Hermenéutica. En ambos caso parece tratarse de metafísica en el sentido amplio del concepto; b) Asume un modelo para hablar de verdad. En el caso de Tomás, la adecuación de la cosa al sujeto; en el caso nuestro, la discontinuidad entre lo real y el sujeto: la arbitrariedad del lenguaje y la falta de referencia intralingüística…la verdad resulta ser, por un lado, metafórica (Nietzsche), y por otra parte, una proposición del lenguaje (Rorty); c) Dichos postulados, en nuestro caso, epistemológicos, determinan la dirección del discurso de la teología dogmática. Pero no todo es parecido. Hay dos grandes diferencias.
1) En ambos casos hay conclusiones, solo que en nuestro modelo, ellas no son absolutas. La verdad funciona aquí más bien como justificación dentro del sistema planteado. 2) Otra diferencia, y ésta a favor de la crítica a los metarelatos, es que no es un sistema totalizante, que se pueda aplicar a todas las realidades humanas, sino que tiene como río conductor la situación de las personas en riesgo y que llevan a sus espaldas la discriminación por alguna condición del cuerpo o la salud (aquí llamadas personas con patología estigmatizada, o sujeto barrado, escindido y alienado en palabras lacanianas y foucaultianas).
Pues bien, con esta exposición de tres modelos de teología dogmática podemos plantear la problemática de este trabajo investigativo. Valga decir que nos centramos en el tercer modelo, en el cibernético o de programación. Así pues, ¿Cómo puede programarse una teología dogmática en una praxis concreta?
Ya va apareciendo con claridad eso de programar, o de modelo cibernético para la teología dogmática. Ahora, programar, ¿en función de qué o de quién? Puede ser cualquier realidad que se quiera resaltar como lugar del acontecimiento de la revelación: violencia del país, religiosidad popular, democracia, familia, pobres, magisterio, tradición, sagrada Escritura…en nuestro caso se trata de las personas estigmatizadas por el diagnóstico médico de su salud. Entonces no se trataría tanto de un ¿qué?, sino de un ¿quién-es? Las personas con patología estigmatizada son un lugar donde también acontece la automanifestación de Dios.
Aquí abordamos otro aspecto del planteamiento del problema: el de la revelación. Si este trabajo quiere programar una dogmática que se canalice hacia dicha situación concreta, no es por un ejercicio académico o por obtener un título en maestría, sino, porque reconoce, de ante mano, que dichas personas son verdaderos acontecimientos de la revelación libre de Dios (Oyentes de la Palabra). Por lo tanto la teología debe estar a disposición (programarse) de ellos, quienes son el motivo de este trabajo. Y esto afecta la eclesiología de manera determinante y la práctica litúrgica y sacramental. Pero es algo que debe ser explicado y propuesto para poder ser llevado a la práctica. Una óptima teoría lleva a una excelente práctica (Marx).
FORMULACIÓN EPISTEMOLÓGICA 2: LA REVELACIÓN.
En cuanto al planteamiento de la revelación para el caso concreto de este trabajo se puede decir que: la carta a los Hebreos comienza asegurando que, Dios, habiendo hablado (Lalesas-Loquens) de muchas maneras y modos, ahora, en el presente, también ha hablado (elalesen-Istis locutus) por medio de su Hijo. Eso es cierto. Ahora bien, el verbo “hablar” funciona como foco metafórico de la frase o marco. Así, toda ella se hace metafórica (Creemos en la Palabra de Dios a pesar de que Dios no habla). Siguiendo la lógica del enunciado, y con la misma metáfora, un creyente del siglo actual debiera decir que Dios sigue hablando. Ahora bien, podemos cambiar de metáfora. Por ejemplo, el padre Gustavo Baena la sustituye por acontecer: Dios acontece.
¿Qué es acontecer? A-con ella se formar verbos a partir de sustantivos; CON-Junto a, cerca de; TANGERE-tocar, padecer, sentir, ocurrir. Decir que Dios acontece es decir que toca, que se deja construir, que se hace presencia. Y esto incluye la dimensión temporal, histórica y contextual (Stephen Bevans). Esta metáfora supera a la de “Habla” porque hablar es sentenciar, en cambio acontecer es envolver. “Hablar” permite el modelo de revelación doctrinal (Dulles Avery): Dios habla y lo hace mediante verdades que pueden traducirse en proposiciones y silogismos. Se entiende el “habla” no como metáfora sino de manera unívoca. En cambio, “acontecer” da cabida a la dimensión contingente y mediadora del lenguaje (Nueva hermenéutica). Creemos en su Palabra aunque sabemos que no es suya.
¿Cómo acontece? Este es un problema interesante para la teología fundamental, sin embargo, no es el centro de esta investigación. Si se abordará en el texto dedicado a la epistemología teológica (Nótese su relevancia en este modelo de programación), y afectará con fuerza toda la dinámica de la obra dogmática. En este caso que trabajamos aquí suponemos que acontece de verdad en cierta pobreza, la de las víctimas del estigma patológico. Y como suponemos que sí acontece en estas personas, entonces queremos ordenarnos hacia la manera de traducir en teoría y praxis dicho acontecimiento. Se buscan los hilos de sentido (Olvani Sánchez) del acontecer de Dios en la existencia humana. Así Tenemos una pregunta, ¿cómo sistematizar los hilos de sentido de la revelación de Dios en un grupo de personas con patología estigmatizada? Otra manera de preguntar sería, ¿Cómo conducir-programar la teología hacia dicha realidad?
FORMULACIÓN EPISTEMOLÓGICA 4: LA COMUNIDAD VIVIENTE.
A propósito de hilos de sentido del acontecer de Dios, valga esta exposición del problema para reconocer en la comunidad viviente la herencia de Jesús. O lo que equivale a decir, la comunidad viviente es el lugar por excelencia del acontecimiento de Dios, de su libre revelación. Y en nuestro caso tenemos la pobreza del sujeto estigmatizado y que además quiere vivir su fe a fin de hallar salud e integración. Como la comunidad es el patrimonio de Jesús, entonces, es pertinente definir la teología dogmática en función de ella. Por eso, lace el problema de cómo hacerlo desde un ámbito integrador e integrado.
La comunidad viviente formada con personas de carne y hueso es el legado de Jesús. Desde esta manera ver, salta una pregunta, ¿cómo ayudar a que una o muchas personas que se sienten enfermas, excluidas o con alguna patología que les genera estigma social y religioso, se sientan comunidad viviente? Parece ser que la teología dogmática puede programarse en función de tales personas. Entonces, ¿Cómo hacerlo?
FORMULACIÓN EPISTEMOLÓGICA 3: LA PALABRA DE DIOS.
El problema de la mediación del lenguaje en la teología puede entenderse de varias maneras, principalmente según las dos siguiente: a) ¿Dios habla en palabras humanas?, b) ¿La existencia y el lenguaje humano son capaces de expresar la acción de Dios y su misterio? EL teólogo sabe que bajo la primera pregunta subyace un modelo unívoco de Dios. Según este modelo, que podría ser llamado doctrinal, las Sagradas Escrituras son Palabras de la mismísima boca de Dios. Y si el anterior enunciado se puede tomar de manera literal, tendríamos que aceptar que Dios sí habla y que por lo tanto tiene boca, garganta, cuerdas bucales y pulmones. O sea, decir que Dios habla, decirlo en sentido unívoco, significa aceptar que tiene un aparato fonético, un cuerpo…en últimas que puede ser analizado por un ornitorinolaingólogo. Entonces queda el segundo recurso. Dios no habla en palabras humanas. Nosotros hablamos de Dios. Y lo hacemos con metáforas. No se trata de un lenguaje ornamental, sino del que nace de las entrañas de la existencia.
Sin embargo, la iglesia, ¿A qué se refiere cuando dice Palabra de Dios a la Biblia? El modelo doctrinal afirmará que Dios ha asumido las estructuras humanas para hablar. Esto estaría en fuerte relación con la Encarnación de Dios en nuestra historia. Por eso, aquellas palabras que se encuentran en la Biblia deben ser tomadas como verdaderas Palabras de Dios. Negarles ese valor sería negar la Encarnación. Además, Dios es omnipotente, quiere y puede hacerlo. A estos argumentos se puede recordar que ver a Dios de esta manera es tomarlo como causa eficiente del mundo y por lo tanto, echarle la culpa de tantas catástrofes y males. Además, decir que Él es omnipotente es medirlo con una metáfora que proviene de la filosofía griega y que se literalizó hasta la muerte. Entonces, ¿Qué significa Palabra de Dios?
Hasta aquí, el problema teológico del lenguaje y sus implicaciones con la Palabra de Dios y la Biblia, ha sido abordado desde una o varias filosofías. Reconocemos, por lo menos, dos: a) Filosofía existencial, y b) hermenéutica. Podemos decir que nuestra pre-comprensión es de este tipo. Ahora bien, es cierto que cuanto se ha dicho o se dice de la teología parte de supuestos. En este caso los mencionados. Esto hace relativo cualquier aporte al respecto. De este modo, la teología está regionalizada, se esparce por varios dominios, es plural. Un buen estudio de la historia de la teología sacará a la luz más o menos esto: dime de qué supuestos partes y te diré qué teología haces. O sea, cada teología dependerá de las pre-comprensiones.
Si bien, este escrito parte de pre-comprensiones muy contingentes como los problemas actuales de lenguaje, y se sabe, por lo mismo, relativo, quiere afianzarse en la roca.
O sea, ¿qué hace teología la teología? No es el estatuto científico…este es una manera de abordarlo. No es el método, tampoco la filosofía o tendencia del pensamiento más a la moda, tampoco el estar a tono con los actuales movimientos políticos, económicos y del arte. La teología tiene razón de ser cuando tiene algo que decirle al ser humano. “lo <<humanum>> buscado, pero amenazado siempre, es el Jesucristo prometido y anunciado: el reino de Dios es lo <<humanum>> irrepresentable, objeto de búsqueda, pero ya ahora, en Cristo, prometido y ofrecido a nosotros realmente en gracia”[1].
La re-descripción como programación de la interpretación de la fe se centra y toma fuerza en lo <<humanum>> que es el reino de Dios. Dígase de antemano que Jesús hablaba del reino en parábolas. Esto compagina con el hecho de que el ser humano hable de Dios con metáforas (No con analogía). El centro de la re-descripción es lo <<humanum>>, ¿De qué se trata? ¿Cómo se con-figura? Valga adelantar que no nos referimos a la esencia humana, aquello que permite que exista la humani-dad (como X-dad; X-quiditas)…esto se ubicaría bajo el modelo aristotélico de contenido (materia)-estructura (forma). <<humanun>> es la trama-mythos del reino de Dios que se va desarrollando como una obra en el escenario. “No es solo objeto de una expectación puramente contemplativa, sino simultáneamente una figura histórica que va creciendo ya en este mundo”[2].
Con-figurar lo humanum esperado es recurrir a la metáfora viva para re-describir la fe. No se trata de quedarse en la discusión obsoleta entre el pasado y el presente, entre lo dicho y el decir, entre los léxicos obsoletos de la metafísica de occidente y el impulso innovador de la actualidad, tampoco es meramente traducir metáforas gastadas y conceptualizadas por unas más vivas y plásticas (eso sería recurrir a solo a la función de semejanza de la metáfora). Re-describir con metáforas vivas la experiencia de fe se hace desde la unión hipostática entre teoría y praxis. Este deseo de re-descripción para los tiempos actuales busca la renovación del lenguaje y a fin de renovar la existencia, tal como lo formulaba san Pablo en Romanos 12,1. Y esta renovación comienza desde la pre-comprensión de lo Humanum como el reino de Dios…siempre re-describible y con-figurable, en progreso.
[1] Schillebeeckx, Edward. Interpretación de la fe. Aportaciones a una teología hermenéutica y crítica. Sígueme. Salamanca. 1973. P. 97
[2] Schillebeeckx, Edward, o,c, p. 98