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LA TEOLOGÍA EN EL MUNDO ACTUAL Y LAS ENFERMEDADES ESTIGMATIZADAS

El presente (se le conoce a esto como el ahora, o por lo menos, las modas que se imponen), el presente o como se le quiera llamar, es esquivo. En el campo académico, el problema hermenéutico va tomando posesión de las aulas de clases. El asunto del lenguaje sigue siendo irreductible. Entre el mundo y el sujeto existe una mediación. Esta no se entiende solamente como puente que une dos orillas, o sea no es meramente instrumento, sino como construcción. Decir que el lenguaje media es afirmar que construye la realidad (R. Rorty) Y valga decir que la “Palabra de Dios” es lenguaje y está mediada.

 

Por otro lado, la onto-teología ha sido cuestionada desde la psicología profunda con personajes como Freud y Lacan, y desde la misma hermenéutica con pensadores como Nietzsche, Hediegger, Foucault, Derrida, Gadamer y Habermas. Es cierto que la onto-teología se está disfrazando, en términos de Darío García, de Malinche o traidora en el caso de la hermenéutica analógica de Beuchot y del neo-tomismo; también en la ontología débil de Vattimo. De alguna manera sigue solapada, aunque bastante depurada y existencial, en la propuesta de la antropología trascendental de K. Rahner. El enfoque que hace Ricoeur permite pasar delante de la onto-teología (por lo menos re-describirla): la visión de la trama como Mythos y Mímesis. En ambos casos se trata de estructurar la realidad en un escenario lingüístico, imitar la vida dinámica de la naturaleza y de los actos del ser humano.

 

La Nueva hermenéutica redescubre le papel demiúrgico de la metáfora-modelo (Max Black-Paul Ricoeur-Dulles Avery). El lenguaje usa modelos y metáforas como soporte para argumentar o simplemente para comunicar. La metáfora crea y desvela el mundo y la realidad.  Y esta problemática no se siente solo a nivel de los estudios de literatura, tampoco solo en filosofía ni teología. Las ciencias sociales y la pedagogía comienzan a entender la importancia de los modelos y metáforas. También lo hace la política.

 

Por eso es urgente una programación de la teología dogmática que respete el progreso de las humanidades y que quiera tomarse en serio eso del acontecimiento de la revelación. Pero que no solo sea eso, sino que aborde las diferentes disciplinas de la teología a partir de una epistemología, que este caso será la de la Nueva Hermenéutica.  ¿Por qué integrar tantas disciplinas en un solo caso existencial como lo es la patología y el estigma? Porque todo el misterio de Dios está en función del drama humano. La escatología tiene algo que decir al problema de la patología y del estigma, lo mismo la pneumatología, la eclesiología y la antropología. Pues parece que es mejor que lo hagan de una manera concisa e integrada.

 

En el ámbito teológico, el problema se hace agudo. Se trata de la confrontación de modelos de revelación (Dulles Avery). El modelo de doctrina quiere poseer la verdad de la teología y se enfrenta al modelo de historia que es más dinámico. El modelo de presencia contra el de praxis. ¿Qué resulta? Una disputa que no ha entendido la necesidad o petición de principio. En este caso el principio es la mediación del lenguaje, estrictamente de la metáfora. Siguiendo a Avery, desde la teología neo-tomista, la “Palabra de Dios” se puede exponer en proposiciones lógicas y en principios metafísicos. Con más énfasis los protestantes hablan de la inerrancia de la Escritura. Por otra parte, un grupo progresista busca actualizar el mensaje de la Biblia al mundo moderno; buscan nuevas categorías. Por ejemplo, la teología de la liberación. En ambos casos se trata de una discusión que debiera solucionar primero el problema del lenguaje y del contexto en que nació.

 

Como se puede ver, pensar en modelos y metáforas dentro de la teología expone al teólogo a la confrontación con el dogma. Y es que esa manera de concebir la teología ya es obsoleta. Por eso es imposible un acuerdo…y si se logra será virtual. Desde el modelo doctrinal, Rahner demuestra el ser trascendental del sujeto humano. Es como un conducto innato en el humano por donde se oye la “Voz” de Dios. Desde el mismo modelo, la iglesia es depositaria de las verdades de la fe. A esto cabe preguntar ¿Qué trascendental? ¿Qué verdades de fe? ¿No son más bien modelos que estructuran una manera de describir algo?

 

Aquí viene también el asunto de la contingencia de la experiencia y del lenguaje. Las voces de Dios en las Sagradas Escrituras se originaron en un momento y lugar especiales: contexto. La teología contextual (Bevans) quiere poner de relieve el carácter histórico y relativo de aquello que conocemos como “Palabra de Dios”. Histórico y relativo no desvirtúan el mensaje. Ojo con esto. Sólo lo sitúan y le arrancan las categorías obsoletas greco-latinas de: palabra eterna, perfecta, inerrante, absoluta, acabada…para recuperar léxico más plástico y metáforas más vivas como: palabra salud, vida, fuerza, contundente, experienciada, poética, amada…o algo que hable más a los creyente y no tan creyentes de este tiempo.

 

Aquí no se piensa solucionar el problema del lenguaje. Difícil. Se trata más bien de aplicar el saber de estos últimos años en función de unas personas. Responder desde un enfoque particular el asunto del estigma en la salud. No se soluciona el problema del lenguaje pero sí se aplica a la teología dogmática. Por ejemplo en cuanto tiene que ver con el problema de la verdad. Además,  ¿Por qué precisamente dogmática? porque ella integra el saber teológico bajo la idea directriz u objeto formal de la teología como ciencia. Trata sobre Dios en sí y en el ser humano. Y lo hace de un modo unitario, aunque no debe ser tomada la unidad como absolutez ni como metarelato. Es una teología que parte de la unidad para hablarle al sujeto escindido, barrado y alienado (Lacan, Foucault) que busca la unidad en Dios. 

 

Por último, y no es por ser la  menos importante de las justificaciones, la teología dogmática que queremos programar en función del sujeto roto busca la unidad entre teoría y praxis teológica y eclesial. Pretende arrojar ideas, líneas, para asumir la función bautismal con toda seriedad en la comunidad cristiana viviente. Y con esto se toca un asunto vital de este trabajo: la comunidad viviente como la única herencia de Jesús (Schilleebeckx). Téngase en cuenta que no dejó más heredad que su comunidad, ni siquiera heredó el Evangelio oral ni escrito sino encarnado. La Comunidad viva es el legado de Jesús. Atención que la palabra heredad, a diferencia de la palabra laico, sí aparece en la tradición profética. Clérigo se forma a partir del concepto profético de herencia, heredad. La comunidad viviente es la comunidad clerical o la herencia del Jesús.

 

Por eso mismo, la teología dogmática quiere, en este caso, acentuarse en la vivencia de fe de sujetos escindidos. Y no solo contemplar una posible aplicación teológica para sus existencia, sino, programar una praxis litúrgica y eclesial que responda a sus necesidades. 

 

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