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ANALOGÍA ENTIS EN EL MODELO DE PARTICIPACIÓN

1.1.1          Límites de la analogía entis.

La analogía es un recurso lingüístico y metafísico en el cual subyace la filosofía aristotélica de participación del ser. Seguir empleando este recurso en teología es continuar el legado griego. Y esto no es malo, pero sí anticuado.  Es como resignarse a convivir con un cadáver: el de las categorías lingüísticas del siglo de oro griego. Pero para sepultarlo (Aunque estas mismas palabras tengan mucho de aristotélico), es de personas agradecidas celebrarle exequias. Veamos cómo.  “La analogía, en efecto se mueve dentro del nivel de los nombres y de los predicados; es de orden conceptual. Pero su condición de posibilidad está en otra parte, en la propia comunicación del ser”[1].

La analogía permanece en el ámbito de los nombres y predicados, además, su posibilidad se abre desde la participación del ser. Tomemos las dos partes del enunciado. 1) nombres y predicados. ¿Hay identidad lógica entre el lenguaje y el pensamiento de tal modo que lo haya también entre gramática y metafísica? Puedo traer tres modelos de respuesta a los primero: a) modelo cibernético de la mente: aquí el pensamiento es más que el lenguaje, no hay plena identificación. Existiría una gramática genética, un lenguaje mentalés que determinaría las categorías presentes en las diversas lenguas[2]. Seguidores de este modelo son: Chomsky y S. Pinker, quienes mantendrían la división de Saussure de langue y parole. La langue se refiere a las condiciones innatas del lenguaje, el código, y la parole, al contenido[3]; b) modelo hidráulico de la mente: el lenguaje se identifica con el pensamiento; crea el pensamiento y la realidad. Este modelo es heredado del siglo XIX a través de Freud y Marx, y defendido por las ciencias sociales y la hermenéutica crítica. Se mantiene en los principios de autores y movimientos  como: Sapir, Whorf, y el feminismo. c) modelo de discontinuidad en la mente: se trata de negar la adecuación del objeto en el sujeto; “Ante quien le siga pareciendo que tiene que haber una identidad de forma lógica entre pensamiento y lenguaje, solo puedo alegar que la concepción del lenguaje como espejo de la realidad es radicalmente erróneo”[4]. El lenguaje es arbitrario frente a la realidad, lo mismo en cuanto al pensamiento. No existe una gramática genética. En este modelo tenemos a: M. Black y el principio de arbitrariedad de Saussure.

2) Participación del ser: a) modelo hidráulico de la mente: en este modelo sí existe la categoría genética de sujeto y predicado, es posible una gramática que lleve a una metafísica porque en el lenguaje mismo ya está escrita la referencia ontológica; b) modelo hidráulico de la mente: en este modelo existe la categoría sujeto-predicado en la mente porque así lo habría diseñado uso del lenguaje. Por eso, tanto la lógica como la metafísica son constructos del lenguaje[5]; c) modelo de discontinuidad en la mente: este modelo niega la correspondencia entre pensamiento y lenguaje, por eso resulta imposible caminar de la gramática a la metafísica.

La analogía se mueve en el ámbito de los nombres y de los predicados. Según el primer modelo, la analogía es un movimiento seguro desde la gramática hacia la metafísica. Si existe un mentalés que defina las categorías de todo idioma, entonces, queda asegurada la lógica y metafísica aristotélicas. Ellas hablarían de manera universal para toda cultura. La onto-teología quedaría reivindicada. En este caso se trataría de la analogía entis: plena participación del ser. Según el segundo modelo, la analogía estaría circunscrita a la cultura y aprendizaje del hablante y del teólogo. Se trataría más de una trampa para el raciocinio; quizá un ardid de la ideología y del poder: el ser es determinado por el lenguaje, no se trata de participación. En cuanto al tercer modelo, la analogía estaría mutilada. Ella es posible en cuanto que comunica algo pero solo dentro del juego del lenguaje, dentro de sus reglas. La participación del ser se da si y solo si el lenguaje en uso (y que es arbitrario) la posibilita, aunque también puede negarla.

Los tres modelos defienden sus principios dentro de la lógica de su sistema. Por eso resulta difícil ponerlos en diálogo. Es mejor respetar sus postulados. Pero algún preguntón empecinado en la solución recurriría al problema de la verdad. ¿Cuál de los tres dice la verdad? Con esto nos inclinamos hacia la verdad como problema. Y lo primero que vemos es el “decir” la verdad. La verdad se dice, se propone. Y esto parece un círculo vicioso porque el decir es lenguajear. A esto podemos argumentar que los tres modelos lenguajean la verdad dentro de sus sistemas.  Y dejémoslo hasta ahí por el momento porque nos está llevando como un río caudaloso al asunto de la verdad y la metáfora. Mientras llegamos a ese momento, continuemos con la exposición sobre la analogía.     

 



[1] Ricoeur, Paul. La metáfora viva. 2001. P. 362

[2] Cf. Pinker, Steven. El instinto del lenguaje. Cómo crea el lenguaje la mente. 1995. p.  59-60

[3] Cf. Ricoeur, Paul. Teoría de la interpretación. P. 23

[4] Black, Max. Modelos y metáforas. P. 27

[5] Cf. Black, Max, Modelos y metáforas.  P. 240

R-tF[]p9 �N/ span> Bustamente, Baena, Gustavo. Morales, Martínez, Darío. Martínez, Morales, Víctor. Noratto, Gutiérrez, José Alfredo. Suárez, Medina, Gabriel Alfonso. Los métodos en teología. Pontificia universidad Javeriana. Bogotá. 2007. P. 10

 

[2] De Aquino, Tomás.  Suma Teológica. I q. 1a. 7 

 

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