LA PREGUNTA POR DIOS
Propongamos que el siguiente enunciado se justifica dentro del sistema de nuestra concepción occidental común de espacio-tiempo: toda pregunta se construye en el aquí y ahora. Incluso si nuestros antepasados se levantaran a interrogarnos por el mundo que nos dejaron, tendrían que hacerlo en el aquí y el ahora. Y aunque aceptáramos la existencia del inconsciente en donde nos juzgan y cuestionan los fantasmas del pasado, tendría que ser un juicio en el ahora y en el aquí aunque pareciera ser en el allá. Ninguna pregunta se puede hacer desde el tiempo que pasó.
Ahora bien, permitamos que este otro enunciado se justifique dentro del sistema filosófico-existencial de Heidegger: toda pregunta supone una/cualquier precomprensión. Se lanza desde el campo abierto del horizonte de los interrogantes, atraviesa el cielo y sigue la ruta de la respuesta. No queremos afirmar que exista un contenido del conocimiento a priori en el ser humano. Por eso optamos por el artículo definido, el indefinido y uno que involucrara la voluntad: la precomprensión, una indeterminada precomprensión, y añadimos, cual se quiera de las precomprensiones. Con esto señalamos la dificultad que supone hablar de precomprensiones y el peligro de verlas como contenidos a priori de la conciencia.
Aceptemos un enunciado más, también desde lo que comprendo del sistema heideggeriano y de la información que tengo de la vida en el universo: Preguntar es una acción humana. Nadie nos puede decir si las plantas, los animales o los extraterrestres, en el caso posible de que los haya, se hacen preguntas. Por ahora aceptemos que solo el ser humano se interroga. Con esto no estoy solucionando el problema de la inteligencia sentiente en las plantas o animales, solo afirmo un proposición dentro de un sistema de saberes.
Con estos tres enunciados podemos categorizar a la pregunta; lo haremos por lugares comunes a la existencia: a) categoría espacio-temporal b) categoría hermenéutica; y c) categoría antropológica. En el caso concreto de las preguntas por Dios, las categorías siguen siendo las mismas. Sólo que aumenta el grado de complejidad.
Por ejemplo, Jacobo es un señor de más de cuarenta años de edad. En cierta ocasión le hicieron una prueba de sangre y el resultado fue positivo al vih. Sintió que era el fin de su vida. Cinco años después de aquella noticia, un par de meses antes de escribir esto, él seguía preguntándose: -¿Por qué a mí? Yo sé que uno abusa del cuerpo, pero, si Dios es misericordioso, ¿por qué me castiga?-. En cambio, la actitud de Guillermo, un joven de 28 años de edad, cuenta él mismo que fue así: -en la noche antes de recibir el diagnóstico, lloraba y le decía a Dios: que me salga negativo, le prometo que si no tengo nada me dedicaré toda la vida a cuidar enfermos de sida. Su resultado de laboratorio también fue positivo.-
Estos dos casos de vida nos ayudan a discernir las preguntas por Dios. Las preguntas por Dios nacen del ser humano en el aquí y ahora y a partir de ciertas precomprensiones. Ya quedó explicado. Si le seguimos el rastro a estas categorías existenciales de la pregunta, podremos aclarar un poco más las preguntas por Dios. Veamos.
Las preguntas por Dios se hacen en el aquí y el ahora. Esto supone, a nuestro modo de ver, la siguiente situación: los seres humanos (categoría antropológica), pueden preguntar según su estado de ánimo, su contexto vital, su interés, su deseo, su educación, su fe... a esto hemos llamado de manera general las precomprensiones (categoría hermenéutica). Por eso tenemos dos modos del preguntar por Dios: el primero, quienes preguntan y buscan con sinceridad; segundo, por quienes no preguntan ni buscan con sinceridad. Y hay mucha diferencia entre estos dos modos, y sus resultados oscilarán entre lo auténtico y lo inauténtico.
2.2.1.1 Pregunta y búsqueda por/de Dios
Con la anterior distinción entre preguntar y buscar con/sin sinceridad avanzamos un poco más. Desde el preguntar como acto del habla decimos que: todo preguntar es acto del habla, más no todo acto del habla es preguntar. El preguntar sincero por Dios es un acto de habla sincero por Dios, a su vez el preguntar no sincero termina siendo un acto del habla no sincero. Lo mismo ocurre con las posibles respuestas dentro del sistema de categorías de la pregunta. Las hay como actos del habla auténticos e inauténticos. En resumen: las preguntas serán catalogadas en cuanto la sinceridad de quien las plantea, y sus posibles respuestas, en cuanto la autenticidad directamente proporcional a la sinceridad de la pregunta.
Por esa razón concluimos que aunque los modos de hablar de Dios no pueden decirse sino en la existencia humana, no necesariamente hablan desde la existencia humana. Al acto del habla de Dios que no construye la referencia a la existencia humana podemos catalogarlo de peligroso. Peligroso y, en el Tractatus de Wittgestein, dio papaya para tachar a la teología de lenguaje vacío de significado[1], (en este caso sí usamos significado porque Wittgestein lo sige entendiendo como participio). Y es cierto, hay un hablar de Dios en sí mismo que es vacío. No es el caso de la pregunta sincera por Dios.
Hay actos del habla sobre Dios que son vacíos. Y hay unos actos del habla plenamente referenciados por la existencia humana: el espíritu, la comunicación, el encuentro, la creencia, el testimonio, la confesión. Los actos del habla referenciados están abarcados en la pregunta por Dios en el horizonte abierto de la existencia y en la posible respuesta dentro del sistema que avale las categorías de la pregunta. Por eso, cuando postulamos que no todo hablar es preguntar, y que no todo hablar de Dios supone hablar de la existencia humana, queremos afirmar que hay modos de hablar de Dios que son sinceros y auténticos, que involucran la existencia. Por ejemplo las preguntas por Dios; pero que también hay modos de hablar auténticos que no son preguntas pero que también involucran la existencia como referencia y que son las respuestas a la pregunta por Dios. Lo demás será bonito pero carente.
Ahora bien, ¿Qué actos del habla de Dios no son sinceros, ni auténticos o carentes, vacíos? Pregunta difícil y que no tiene completa solución, solo parcial. Aunque tampoco nos hagamos ilusiones, responder por los actos de habla de Dios sinceros y auténticos tampoco es labor fácil ni terminada. Volvamos a los dos ejemplos de vida. En ambas personas subyace una pregunta por Dios, una pregunta hacia Dios y una promesa, y nacen del dolor existencial. Las preguntas por Dios suponen unos modelos de Dios, las preguntas hacia Dios también se nutren de los mismos modelos y, por supuesto, también sucede lo mismo con las promesas. Una de las labores del teólogo y de la teología será, en parte, discernir tales modelos y, con esta herramienta metodológica, buscar los actos del habla auténticos (con referente existencial: espíritu, subjetividad, encuentro, comunicación, creencia, testimonio, confesión), y separarlos de los actos del habla vacíos.
Desde el buscar decimos que: todo preguntar es praxis humana, pero que no toda praxis humana es preguntar. Y esta lógica se aplica como antes. Si concedemos que el buscar es praxis humana, entonces tenemos que no todo buscar es preguntar, sino que hay un buscar que se sale de esa clase lógica llamada preguntar. Por lo tanto, debe haber una teología que no parte de las preguntas por Dios, sino del buscar como praxis humana que no es necesariamente una pregunta. Con esto tendríamos una búsqueda de Dios (que no incluye el habla ni la pregunta). Esta búsqueda de Dios sería una praxis por Dios (Distinto de la preguntar como acto del habla).
Así pues, ¿qué praxis de Dios no son sinceras y cuáles sí lo son? Es la terea del teólogo y la teología discernir para responder. En los dos casos de vida tenemos unas praxis no lingüísticas. Que están siendo interpretadas después de algún tiempo, eso es distinto. Pero esa interpretación o acto del habla deja ver unas praxis no lingüísticas: a) suponiendo que sea cierto que el virus (vih) exista y que se trasmita por medio de fluidos, entonces ese podría servirnos como primer ejemplo: el encuentro de cuerpo y fluidos; b) el sentir inexpresable del corazón por la situación personal en que se encuentran; c) aquello que piensan y que no pueden traducir en palabras; d) el deseo de muerte digna que marca los minutos como un reloj; e) las ganas de explotar en llanto ante el Ser Supremo; f) el odio sin razón hacia sí mismos, algunas o todas las anteriores y muchas más, dependiendo de la persona y la situación en que se encuentre.
En síntesis, hay actos del habla de Dios como praxis, y también praxis de Dios distinta del habla. En ambos casos es posible simplificarlos como sinceros y auténticos-no sinceros e inauténticos, en orden a su referencia existencial. Convengamos que entenderemos bajo el conjunto lógico llamado referencia existencial a: los modelos de referencia de, el espíritu (Sheleiermacher), de la subjetividad (Rahner), encuentro (Müller), comunicación (Habermas), creencia, testimonio y confesión. Y esta misma distinción nos sirve para aclarar las labores del teólogo y de la teología, por tanto, formulemos la correspondiente pregunta.
[1] Cf. Peukert, Helmut. Teoría de la ciencia y teología fundamental. Herder. Barcelona. 2000. P. 63
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