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EL ARTE EN EL AMAR Y EL ESPÍRITU SANTO

Ovidio, el arte de amar, remedios de amor, ed. Alianza, Madrid, 2003

"Pero tu caza está sobre todo en los curvos teatros: estos lugares son los más fructíferos para tus deseos. Allí encontrarás algo para amar, algo con lo que puedas divertirte, algo que tocar una sola vez y algo que quieras tener para siempre". (Ovidio, el arte, remedios,  p.67). El lugar más fructífero para el deseo es el teatro. Imaginemos la sociedad como teatro. La cacería debe hacerse en sus curvas. Y, si el deseo caza en el teatro, entonces, debe ser un espectador o un actor. Y ambos, espectador y actor conforman el escenario. Es curioso que teatro tenga la misma raíz que teoría. El deseo caza en el teatro, representa tantos papeles cuantas teorías cubran su rostro.  

ESPÍRITU SANTO. "El Espíritu Santo es la entrada del significante en el mundo. Es ciertamente lo que Freud nos presentó con el título de pulsión de muerte" (LACAN, Jacques, El seminario, libro 4. La relación de objeto. Paidós. 1994. p. 48). "Lo que quiere decirnos Lacan, en aquel momento de su pensamiento, es que el Espíritu Santo representa el orden simbólico como aquello que suprime (o, más precisamente, suspende), el dominio total de la "vida": la experiencia vivida, el flujo libidinal, la riqueza de las emociones o, para decirlo en términos kantianos, lo "patológico". Cuando nos situamos dentro del Espíritu Santo, experimentamos una transustanciación, entramos en otra vida que está más allá de la vida biológica" (ZIZEK, Slavoj. El títere y el enano. El núcleo perverso del cristianismo. Ed. Paidós. Buenos Aires. 2005. p. 19. El Espíritu santo es aquello. Pero también, el acto creador actuante en el sistema genético de la mente. Permite que la genética de la mente realice una función salvadora en su relación con el símbolo. O, en otras palabras, permite que el símbolo desvele o conduzca hacia el ser. Y esto aunque sea en una referencia frágil. 

 

 

 

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